La Banana y el Ser: Apuntes para una Ontología del Ridículo


Un día cualquiera, en un rincón sagrado de la civilización occidental (también llamado “museo”), una banana fue pegada a la pared con cinta gris y luego vendida por una suma que haría llorar de celos a Kant y reír a Nietzsche desde su abismo existencial. El artista: Maurizio Cattelan. La obra: Comedian. El precio: 120 mil dólares. El concepto: sí, claro, eso.

Ante tal acto, el mundo se dividió en dos tipos de personas: quienes dijeron “esto es arte” y quienes dijeron “esto es una grosería con potasio”. Pero yo, filobananólogo de vocación tardía, propongo que estamos ante una grieta ontológica tan seria como juguetona, digna de ser analizada por Heráclito con lentes de sol y por Heidegger con un plátano en la oreja.


1. El Frutalismo Existencial

Una banana no es solo una banana. Es un símbolo, una pregunta, una risa que se cuela entre las costuras del sistema artístico. ¿Qué es el arte? ¿Qué es la banana? ¿Por qué huele raro después de tres días?

Cattelan no pegó una banana a la pared: pegó el alma posmoderna, ese sentimiento difuso entre “me están estafando” y “quiero sentirme incluido en la conversación cultural”. El acto es una performance del absurdo. Una bofetada al museo que dice: “Mira, papá Freud, esto también puede ser deseo”.


2. Deleuze y la Banana Deseante

Gilles Deleuze escribió sobre rizomas, multiplicidades y flujos... ¿y acaso una banana no es un rizoma colgante del supermercado de lo simbólico? Esta banana no está para comerse (aunque eventualmente alguien se la comió, y eso también fue parte de la obra). Está para ser pensada, observada, twitteada y—claro—comprada por una cifra obscena.

Estamos ante una banana deseante. Una que no quiere ser alimento sino significante. Una que se transforma en idea sin perder del todo su cáscara. ¡Un objeto transbanánico!


3. El Tiempo y la Putrefacción como Metáfora del Capitalismo Tardío

La obra tiene fecha de caducidad, y eso es parte de su ironía. Como el cuerpo humano, como la dignidad de las élites intelectuales, como todo lo que intenta resistirse a ser meme. El coleccionista que la compró no adquirió la banana en sí (que inevitablemente se pudre), sino el certificado de autenticidad—una suerte de “acta notarial del sinsentido”.

Aquí el arte no está en el objeto, sino en la transacción. Como decía Baudrillard entre latte y cigarro: la realidad ha sido sustituida por su simulacro. En este caso, el arte ha sido sustituido por una fruta adherida al muro del espectáculo.


4. Epílogo con Cáscara

La banana fue retirada del museo. Luego reemplazada. Luego comida. Luego revivida como NFT. Y aún así, sigue estando ahí, como idea en nuestras cabezas, como meme eterno, como fruta transustanciada en broma intelectual. ¿No es acaso eso una forma de eternidad?

Comedian no es una burla al arte, es una burla desde el arte. Es Duchamp con hambre, Warhol con humor tropical, y Hegel con diarrea existencial. Es la obra que se ríe de todos los sistemas mientras se pudre lentamente, como la esperanza en una burocracia académica.


Conclusión sin Nutrientes:

En un mundo que le pone precio a todo, incluso a lo efímero, tal vez la banana en la pared no es lo más ridículo. Quizás lo más ridículo somos nosotros, buscando sentido en una fruta con cinta, en lugar de reírnos y comérnosla. Pero cuidado, que esa risa también es parte de la obra. Y si te resbalas, bienvenido: ya formas parte del performance.

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