El storytelling corporativo vive de proyectar virtud; una cámara casual puede convertirlo en tragedia griega.
1. El instante nietzscheano
Todo empezó con la inocente “kiss-cam” del concierto de Coldplay en Boston. La cámara se posó sobre Andy Byron, CEO de Astronomer, y sobre Kristin Cabot, jefa de Recursos Humanos. Él se encorvó como quien teme al Minotauro digital; ella sonrió con la placidez de quien olvida que el estadio es un panóptico con Wi-Fi. Veinticuatro horas después, el video superaba los 40 millones de vistas y ya había hundido su vida marital en los hashtags (Page Six).
2. “Humano, demasiado humano”… pero en HR
Nietzsche escribió que la moral es, al fin, la biografía encubierta de nuestros instintos. En Astronomer, la oficina de “People & Culture” pregonaba talleres de integridad y canales de denuncia anónima; ahora descubrimos que su guardiana era co-protagonista del pecado. El manual corporativo no previó este giro: cuando la responsable de compliance se convierte en that compliance issue.
3. La economía de la indignación
El escándalo explotó porque combina tres ingredientes rentables:
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Infidelidad (permite indignarse sin leer papers).
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Jerarquía (CEO + HR = abuso potencial, carne de juicio colectivo).
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Imagen viral (todo está en un clip de 12 segundos).
En cuestión de horas, Page Six, NY Post y Fox News sirvieron el drama como menú de degustación; los ex-empleados aportaron reseñas de “liderazgo tóxico” y Chris Martin lanzó el chiste que faltaba (Fox News). Clicks, anuncios, revenue; la vergüenza ajena cotiza mejor que el Nasdaq.
4. Poder, mirada y consentimiento
Sartre decía que la vergüenza es “vergüenza ante alguien”. Antes ese Alguien era el cónyuge; hoy son millones que deslizan el dedo. La asimetría CEO-HR añade sal filosófica: ¿puede haber verdadero consentimiento cuando uno decide ascensos y la otra diseña políticas salariales? La duda basta para que la junta directiva suspenda a ambos y contrate, irónicamente, una firma externa de … Recursos Humanos (New York Post, Hindustan Times, Reddit).
5. Compliance al desnudo (y sin LinkedIn)
Byron y Cabot borraron sus perfiles de LinkedIn, quizá el acto penitencial definitivo de la casta corporativa: renunciar al networking es la versión ejecutiva del cilicio medieval (Page Six). Mientras tanto, Astronomer promete “investigación exhaustiva” y los inversionistas preguntan cómo se mide el riesgo emocional en las hojas de balance.
6. Moraleja para la oficina abierta
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El storytelling corporativo vive de proyectar virtud; una cámara casual puede convertirlo en tragedia griega.
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El departamento de RR. HH. debería recordar que su primera letra significa “Recursos”, pero la segunda sigue significando “Humanos”: falibles, propensos a desear lo que el organigrama prohíbe.
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Y nosotros, espectadores, quizá deberíamos preguntar por qué disfrutamos tanto ser jueces de un beso ajeno.
En fin...
La comedia Byron-Cabot confirma que la transparencia radical no la trae la ley, sino la lente borrosa de un celular. Recursos Humanos, demasiado humanos: así se titula esta farsa donde el castigo no llega por el deseo sino por la falta de discreción. Si Nietzsche estuviera en X, quizá tuitearía: “Quien mira largamente una kiss-cam, termina viendo su propia precariedad moral reflejada en la pantalla.”
Nos vemos en el próximo resbalón de Banana No: aquí no se tira la cáscara; se enmarca.
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